Orientando especialmente esta narración hacia el lado profesional, aunque no puedo ni quiero despegarla de algunos aspectos personales. De tal manera, comenzaré dándoles algunos detalles de mi perfil y mis orígenes.
Provengo de familia de origen italiano, Piamonteses por ambos lados, aunque ambos Argentinos. Mi apellido paterno, es CERRATO en algún momento, buscando un nombre comercial, surgió el apellido de mi madre y me gustó como quedaba, de modo que lo incorporé: BALBIANI. Aunque para decirlo formalmente, soy ROBERTO OSVALDO CERRATO. PADRE DE CUATRO HIJOS: NATALIA, DIANA, DANIEL Y DIEGO.
Familia feliz, bastante convencional de clase media, laburante, casa de mucha música y libros. Aún hoy, la música es en mi vida un componente del aire que respiro. He incursionado y lo sigo haciendo en forma vocacional y tengo dos hijos músicos. Somos cuatro hermanos, soy el menor y único dedicado a “la madera”.
Podría comenzar contando que recuerdo claramente mi primer “trabajo” de carpintería, y lo haré así:
Mi QUERIDISIMO VIEJO, NESTOR JUAN CERRATO, un tipazo, inteligente, conocedor de su oficio, pedagogo por naturaleza, segunda generación de ebanistas, integrante de una familia muy grande de profesionales del mueble, sostuvo siempre que más allá de los estudios que pudiera yo seguir, me venía muy bien dominar el trabajo de la madera.
Contando yo con apenas cuatro o cinco años, separado él de la sociedad que componía con su familia “CERRATO HERMANOS” por razones personales, retomó su tarea desde un pequeño taller situado en los fondos de nuestra casa. Al no contar con las maquinarias necesarias, se veía obligado a comprar, por ejemplo, los tablones de pino Brasil de una pulgada por doce cepillados en un aserradero situado a tres cuadras de casa. Por supuesto, que a pié; yo lo acompañaba para “ayudarlo” a traer esas inmensas tablas (así las veía yo entonces)
El primer contacto que yo recuerdo con la madera…
Una vez en el taller, me decía “no te vayas que tenés que ayudarme a cortarlas” Colocaba la tabla sobre el banco de carpintero, me alzaba en brazos, y me sentaba sobre la madera diciendo sostenela firme para que no se mueva, y serrucho en mano (no había otro medio) procedía a cortarla. Hoy conservo ese mismo serrucho en mi taller. Y lo cuido tanto como a estos recuerdos.
Pasó tiempo, y ya en un taller más grande y equipado, rondando los diez años, puedo verme con gubias escofinas y formones tallando trozos de madera para hacer pequeños barcos ahuecando la madera (recuerdo: Raulí o Cedro) y dándole forma exterior con escofinas… Entre escuela y taller fui creciendo. Quiero mencionar aquí a mi TIO PEDRO, persona muy importante en mi vida, otro maravilloso hombre y ebanista, hermano “solterón” de mi padre que estaba con nosotros por aquel entonces.
Se esfumaban los años cincuenta… Las modas viraron significativamente, los diseños “modernos” invadieron el gusto de la gente y la funcionalidad ganó adeptos por sobre las ornamentaciones. ¡Los magníficos roperos de roble o nogal cargados de tallas y molduras, pasaron a ser cosa vieja! Y los gigantescos placards de pared a pared inundaron el mercado, generando una gran demanda en la construcción de muebles a medida. Mi padre decidió seguir esa corriente y nutriéndose de mucha información proveniente de publicaciones especializadas, encaró la tarea. Me enseño a dibujar “a escalas” Tuve que aprender medidas universales (alto, anchos convencionales, etc.) cuestiones ergonométricas que en aquel tiempo se llamaban de cualquier otro modo, y a diseñar.
Mi padre tenía una forma de enseñar que creo haber heredado: Él explicaba y luego dejaba hacer sin dejar de observar al menos de reojo. Me permitía cometer errores, menores o solucionables por supuesto y controlaba. Por ejemplo, respecto de los diseños de placards, (recordemos que yo era muy niño) me decía: “Fulano tiene un espacio de tres metros por dos con sesenta y necesita un mueble ahí. Quiere muchos cajones, estantes para camisas, ropa larga y baulera. Dibuja algo así lo presupuestamos. Los detalles son un mero ejemplo. El caso es que yo luego de mis tareas escolares, me ponía a dibujar para que luego el corrigiera algunos errores que había cometido… Mi primer contacto con el diseño.
El tiempo transcurre, aprendo el oficio, y trabajo esta vez de verdad, mientras termino el bachillerato por la noche. Recuerdo que a mis quince años, los hermanos de mi padre, ebanistas de primerísima línea, me consideraban un medio oficial ya avanzado.
A full con los muebles, mi vida de adolescente toma una sinuosa curva. ¡A los 18 me pongo de novio! Ya siendo un joven profesional en la materia, ¡¡¡ A los 23 me caso!!! A los 25 soy padre por primera vez de una hermosa niña.
Mi padre va alejándose del taller y de a poco, voy haciéndome cargo de todo, incorporando gente y tecnología. Curso tres años de decoración y diseño de muebles, incursiono en algunas decoraciones, e instalaciones integrales de locales de ropa, voy creciendo, pero en mi vida sucedían otras cosas…
A los 28 años me divorcio y mi vida se derrumba. Me peleo con los muebles, la madera y afines (en realidad muy enojado conmigo mismo) Paso por situaciones difíciles. Con mi hermano incursiono en la metalúrgica, luego la manufactura de acrílicos y resinas poliéster, fabricación de herrajes, ventas mayoristas y minoristas… Nada me conformaba… todo salía mal. Pero sigo aprendiendo… Aún hoy continúo haciéndolo.
De pronto, terapias y VIDA de por medio, entablo una gran amistad. En realidad, debo decir, retomo una gran amistad… CON LOS MUEBLES!!! Nunca debía haberlos dejado !! Claro, montar un taller como el que tenía, resultaba una inversión que no podía afrontar, de modo que desde un pequeño lugar, me vuelvo a conectar con la madera (¿les suena esto?) pero restaurando antiguos muebles e incorporando técnicas que había estado experimentando. Llevo 20 años en esta tarea y cada vez me apasiona mas. Hace cuatro años, decidí buscar el modo de trasmitir mis conocimientos , rindiendo un muy humilde homenaje a mi padre y a aquellos artesanos, porque no, artistas, que plasmaban toda su inspiración en la noble madera enriqueciendo las culturas. Intentando que no se pierda el esfuerzo de esas manos ajadas por la sequedad del aserrín y sensibles por el contacto directo con la belleza.
Introduzco un hermoso secretito profesional que creo viene al caso: Cuando pulimos una madera, la mejor manera de comprobar la calidad de nuestro trabajo, es acariciándola con los ojos cerrados. ¡Hagan la prueba y se sorprenderán!
De modo que hoy, puedo decir con orgullo que hago lo que me gusta.
DISEÑO, RESTAURO Y TRASMITO MIS CONOCIMIENTOS CON LA PASIÓN DE UN ADOLESCENTE Y EL APLACAMIENTO DE UN VETERANO.
ESTE SOY YO…